A modo de cierre de lo que fueron las distintas visitas que hice en el último viaje a San Juan, y que pueden leer acá, hoy les voy a contar sobre Sorocayo.
Este proyecto está ubicado en el Valle de Calingasta, en el paraje que le da el nombre.
Como en muchos otros casos, en la historia de la agricultura y la viticultura, a veces es necesario dar un paso atrás para luego avanzar con más fuerza. Este es precisamente el viaje que emprendió la familia de Silvina Montalvo, cuya finca en Calingasta pasó de ser un negocio de nogales en problemas a un próspero viñedo.
La cosa comenzó en el año 1995 cuando adquieren algunas hectáreas gracias al programa de diferimiento impositivo e invierten en nogales. Luego de algunos años de no obtener los resultados que esperaban, deciden arrancarlos y dejar la finca inculta durante casi una década.
No obstante, en 2007, todo cambió cuando uno de los hermanos de Silvina le pide una mano y, en busca de una nueva oportunidad, decidieron adentrarse en la agricultura y se centraron en el cultivo de ajo blanco, una elección que, aunque demandaba mucha mano de obra, les proporcionó una fuente de ingresos.

A pesar de la estabilidad económica que les proporcionaba el cultivo de ajo, emocionalmente, la familia no se sentía plenamente satisfecha. Fue entonces cuando, en 2015, tomaron la decisión de cambiar de ingeniero agrónomo asesor y se encontraron con Pancho Bugallo, un apasionado experto en viticultura.
Bugallo les alentó a adentrarse en la viticultura, sugiriendo que podían diversificar su producción y experimentar con la plantación de uvas. En 2018, dieron el primer paso al plantar cuatro hectáreas de malbec. El año siguiente, ampliaron su viñedo con la incorporación de las variedades pinot noir y cabernet franc. En ese mismo año, 2019, Bugallo les planteó un desafío aún mayor: elaborar su propio vino con las uvas que habían cultivado.
La familia aceptó el reto, pero surgió un nuevo obstáculo: no tenían una bodega adecuada para la elaboración del vino. La mayoría de las bodegas en la zona eran pequeñas y no tenían espacio para terceros. En medio de esta encrucijada, recordaron a un viejo conocido, Federico Sánchez Salomón, quien estaba en Mendoza y había trabajado previamente con Roberto de la Mota.
Fede accedió a ayudarles con su proyecto y, en 2020, comenzaron la elaboración de su primer vino. Para eso, Silvina contó que en la vendimia la uva se cosecha en una fecha determinada, y al día siguiente, temprano en la mañana, ya se encuentra en la bodega en Mendoza, lista para convertirse en vino.


En total cosechan unos 10 mil kilos que a veces se dificulta por falta de mano de obra ya que no hay tanta gente disponible.
El resultado son dos vino, por un lado Sorocayo Malbec, un tinto con la fruta roja bien presente, de cuerpo medio, fruta roja algo más madura y buena acidez.
Por otro, Sorocayo Blend de Tintas, un vino con la fruta más negra, hay acidez y buen volumen. Es algo más goloso que el malbec varietal.

Hoy en día, Sorocayo tiene su finca abierta al público y con aviso previo se puede coordinar una visita para recorrer sus viñedos, probar los vinos que elaboran y disfrutar de un paisaje que realmente vale la pena ver.
Sin dudas Sorocayo es un testimonio de cómo la perseverancia, la pasión y la orientación adecuada pueden transformar una difícil situación en un exitoso viñedo.
Gracias Silvina por recibirme. Salú!
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De profesión periodista, desde el año 2014 tengo este espacio en el que comunico el maravilloso mundo del vino. Desde hace más de 3 años realizo contenidos digitales para distintas bodegas y vinotecas de la industria. Acá vas a encontrar crónicas, entrevistas y alguna que otra recomendación. Parte de Argentina Wine Bloggers, fui jurado del Concurso Vino Sub30 edición 2015. Además fui finalista de los Born Digital Wine Awards 2017 y tengo hecho el WSET® L2 Wines & Spirits. Gracias, vuelva prontos!