Como les vengo contando en notas anteriores, mes de julio nos encontró de viaje por la provincia de Jujuy y, en el marco de la travesía #LaCuevaVisitaJujuy, donde tuvimos la chance de visitar un lugar con una historia tan rica como sus vinos: la finca y bodega Don Milagro, en Purmamarca.
Bodega Don Milagro no es solo un proyecto vitivinícola, sino un legado familiar que honra la memoria de un abuelo, un alud que arrasó con los viñedos y la resiliencia de quienes decidieron volver a empezar.

Durante la visita a la bodega nos recibieron Gastón Cruz y su mujer, la enóloga Carolina Ruiz, es un viaje en el tiempo. El nombre del proyecto, Don Milagro, es un homenaje al abuelo de Gastón, a quien llamaban así.
Fue él quien, hace 79 años, intentó plantar viñas por primera vez en la zona. Aunque un crecida cubrió gran parte de esa primera plantación, la familia se levantó y volvió a plantar.
Y hace 40 años, un nuevo alud los obligó a recuperar el viñedo de 70 años, que ahora es el viñedo principal, y aprovecharon para conducir las vides en espaldero, a diferencia del sistema de parral que usaban antes.

Hoy, a 2.480 metros sobre el nivel del mar, el viñedo principal se alimenta con agua de vertiente por goteo y en él conviven vides de criolla de 70 años con malbec y torrontés de 12 años. De hecho, la mayoría de las plantas son criolla grande.
La bodega también cuenta con una parcela más pequeña a 2.800 metros de altura, con uvas malbec y torrontés de unos ocho años.
Gastón y Carolina, técnica enóloga formada en Tumbaya, trabajan en la elaboración de tres vinos que, juntos, suman alrededor de 5.000 botellas al año.



El primero de esos tres vinos que probamos fue el Carnaval Torrontés, un vino de cuerpo medio con buena acidez y frescura. En boca no tiene el amargor de la variedad y se siente la fruta blanca, con una sensación oleosa muy agradable.
Luego probamos Carnaval Rosado que se destacó por su buena fruta roja, cuerpo medio y un leve toque especiado que lo hace menos rústico.
El tercer vino fue el Pueblo Rojo Blend, que tenía una nariz bien expresiva, donde se siente la fruta roja y un dejo herbal, característico del cabernet franc. En boca, tiene buen volumen y textura, con una acidez vibrante.
En cuanto al nombre de los vinos, Gastón nos contó que dicidieron llamarlos Carnaval a modo de un guiño a la tradición del abuelo de Gastón, quien hacía vino para el consumo familiar y solía convidarlo durante el rito festivo de la época.

Esta tradición de compartir el vino como un gesto de alegría es el alma de la bodega.
Aunque la producción y el consumo del vino se centra en la Quebrada de Humahuaca, los vinos de Bodega Don Milagro comenzaron a generar curiosidad entre los visitantes que se hospedaban en los hoteles y restaurantes de la zona.
Fue el boca a boca lo que atrajo a los primeros turistas, y de a poco, la bodega comenzó a incursionar en el enoturismo. Hoy, su vino se comercializa en toda la Quebrada de Humahuaca y están empezando a consolidar su presencia en los hoteles de la región.
La visita a Bodega Don Milagro fue una experiencia que trascendió la simple degustación. Fue conocer la historia de una familia que, a pesar de las adversidades, honra su legado, un abuelo y la cultura de un pueblo que sabe de la importancia del vino como gesto de alegría y de unión.
Pueden leer más notas de lo que fue el viaje a Jujuy desde este link. Salú!
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