Durante el rocorrido por productores y viñedos de la Quebrada de Humahuaca pude visitar Bodega Yanay, el emprendimiento de Andrea y Ariel Meyer que verá la luz en góndolas a comienzos de octubre.
La historia cuenta que Andrea y Ariel, quienes tras visitar una feria de vinos en San Salvador de Jujuy sintieron un impulso casi mágico: “Nosotros tendríamos que hacer vino”.
Al día siguiente, el destino les puso delante un aviso de venta de una finca en la Quebrada. Sin dudarlo, fueron a verla y comenzaron un camino que en pocos años se transformó en uno de los proyectos más sólidos y originales de la región.

El nombre Yanay significa “mi negrita” en aimara, un término de cariño que refleja tanto el espíritu del lugar como la raíz familiar: los cuatro hijos de la pareja también están vinculados de alguna manera al proyecto.
La finca de Bodega Yanay, de 11,5 hectáreas, está dividida en dos sectores: La Diabla Sur y Finca Yanay. La primera se asocia a las variedades del Ródano (garnacha, syrah, monastrell, viognier y marsanne), mientras que la segunda remite al linaje bordelés, con malbec, cabernet franc, merlot, cabernet sauvignon y petit verdot.

En el terreno también sobreviven viejas plantas de criolla, herencia del antiguo propietario, y recientemente se sumaron semillón y sauvignon blanc. Incluso, parte de la garnacha y un poco de malbec están conducidos en gobelet.
Claro que durante los primeros años los sueños de Bodega Yanay no fueron fáciles: bajos rendimientos y heladas complicaron las cosechas iniciales.
Sin embargo, con paciencia y precisión fueron identificando microsectores con características propias y comenzaron a trabajar con vinificaciones diferenciadas: cosechas escalonadas, distintos puntos de acidez, tiempos de maceración y un abanico de recipientes que les permite experimentar.

En Bodega Yanay conviven tanques de acero, huevos de cemento, ánforas españolas, huevos Clayver y barricas de segundo uso, todo pensado para dar lugar a microvinificaciones que expresen las particularidades de cada parcela.
El manejo del viñedo es orgánico y está orientado a la conservación del ambiente. Una prueba de ello es la decisión de no tocar los cardones que crecen entre las hileras de vid. “Todos, pero absolutamente todos, se han respetado”, enfatiza Ariel.
Lejos de ser un obstáculo, se convirtieron en un símbolo del proyecto y en parte de la experiencia enoturística que ofrecen.

La bodega también refleja ese espíritu: fue construida con las piedras extraídas del terreno al plantar las viñas y su techo imita la silueta del cerro que la abraza. Una manera de integrarse al paisaje, no de imponerse.
Conscientes de que no bastaba el entusiasmo, los Meyer convocaron a un equipo de alto nivel: así son parte los “Raquis” Andrés Vignoni como enólogo asesor, Facundo Impagliazzo en agronomía, y un staff encabezado por Ulises Fontana como enólogo ejecutivo y Lara Parasecoli como segunda enóloga.

El proyecto está pensado para trabajar con volúmenes bajos y rendimientos controlados (7.000-8.000 kg/ha), siempre con foco en la calidad y en explorar todas las posibilidades que ofrece la Quebrada.
Durante la visita a Bodega Yanay pudimos probar los vinos que están siendo presentados por estos días y que, como comentaba al comienzo verán la luz en vinotecas para el mes de octubre, un total de seis propuestas en las que la diversidad de estilos y vinificaciones quedó clara en cada uno.

El primero de ellos fue Tinto Los Colores 2024, un corte tinto con textura jugosa pensado como vino de entrada. El segundo vino fue el GSM 2023 (15% garnacha, 45% syrah, 40% mourvèdre), un blend potente y especiado, con fruta negra y volumen equilibrado.
El tercer vino fue Yanay Garnacha 2023, una opción de esta variedad que se presenta fresca, elegante, con textura marcada y un perfil herbal-frutado. Un vino con el que buscan posicionarse como referentes de la variedad en la Quebrada.
Luego seguimos con Tinto de Jujuy Corte Bordelés 2023, de perfil más especiado, sabroso, con redondez y fluidez. El cierre fue con el vino ícono de Bodega Yanay, el Yanay Cabernet Sauvignon Icono 2023, un tinto con tipicidad bordelesa, estructura, fruta negra y la presencia de frescura.
Durante la visita también probamos algunas muestras de tanque y barricas que dejaron la certeza de que todos los vinos comparten un sello común: frescura, fluidez y un equilibrio entre lo moderno y lo clásico, entre el espíritu del Ródano y la elegancia de Burdeos, siempre atravesados por el carácter único de la Quebrada de Humahuaca.

En apenas unos años, Bodega Yanay pasó de ser un impulso familiar a un proyecto con identidad clara, capaz de dialogar con las grandes tradiciones del vino pero desde el extremo norte argentino. “Rodano y Burdeos, nuevo y viejo mundo, lo moderno y lo clásico. Todo eso está presente, pero siempre con frescura y bebilidad”, comentó Ulises a modo de resumen.
La historia de Ariel y Andrea Meyer demuestra que el vino puede ser muchas cosas a la vez: un sueño personal, un legado familiar, un compromiso con el entorno y, sobre todo, una manera de poner a la Quebrada de Humahuaca en el mapa vitivinícola.
Gracias a Ulises, Ariel, Andrea y equipo por recibirnos.
Pueden leer más notas de lo que fue el viaje a Jujuy desde este link. Salú!
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