El recorrido por viñedos y productores de la Quebrada de Humahuaca, durante el último #LaCuevaVisitaJujuy, iba sorprendientdo por su paisaje, pero también por su incipiente historia vitivinícola ejemplificada en Bodega El Bayeh.
Entre los proyectos que hoy marcan el rumbo de esta nueva región, uno de los más singulares es Bodega El Bayeh, un emprendimiento que rescata la memoria familiar, apuesta al terroir extremo y pone en valor la identidad de los pequeños productores locales.
Así las cosas, la visita a Bodega El Bayeh estuvo dividida en dos partes. Primero por los viñedos de Maimará y luego por los de Huacalera, ambas acompañados por Daniel Manzur, uno de sus propietarios.
Pero primero algo de su historia.

Todo comenzó en 1925, cuando Boutrus Mansour El Bayeh, un joven inmigrante libanés, desembarcó en Argentina en busca de un futuro mejor. En la aduana, como a tantos otros, le cambiaron el nombre: lo inscribieron como “Pedro Manzur”, una deformación de su apellido original.
El verdadero nombre de la familia quedó olvidado durante décadas, hasta que en 2018, casi un siglo después, sus descendientes decidieron recuperarlo y darle a la bodega un nombre cargado de sentido.
El primer Pedro se estableció en San Salvador de Jujuy, donde tuvo siete hijos. Uno de ellos, también llamado Pedro, se convirtió en comerciante de frutas y verduras, generando un vínculo profundo con los parceleros y productores de la Quebrada. Esa relación, forjada a lo largo de años de trabajo, inspiró el sueño de iniciar un proyecto vitivinícola en la zona, sueño que recién las siguientes generaciones pudieron llevar a cabo.
La familia continuó ligada a la Quebrada. En 1971, Pedro —hijo del inmigrante— compró una finca en Maimará, conocida hoy como Finca Ollantay. Ahí, la familia se asentó definitivamente y comenzó a trabajar la tierra. Décadas después, la tercera generación, representada por Daniel Manzur, decidió transformar ese legado en viñedos.

Fue en 2019 cuando Daniel, junto a su padre y su tío, plantó la primera parcela de malbec. Más tarde sumaron syrah, semillón y chardonnay, cada variedad adaptada a un sistema distinto: syrah en gobelet, semillón en parral y chardonnay en espaldero.
El asesoramiento de técnicos de Cafayate fue clave en los inicios, pero pronto apareció una figura que daría un giro definitivo al proyecto.
También en ese año, durante una visita a la finca, el enólogo mendocino Matías Michelini —referente en vinos de altura y estilos innovadores— les advirtió a los Manzur que sería un error no aplicar conocimiento y técnica en un terroir con tanto potencial. Esa frase fue determinante: la familia decidió convocarlo formalmente y desde entonces Michelini se convirtió en el guía enológico de Bodega El Bayeh.

Con su visión audaz, Michelini propuso estudiar a fondo los suelos. En 2021, junto al geofísico Guillermo Corona, realizaron 89 calicatas para entender la composición del terreno. Descubrieron un cono subaluvional con predominio de piedras y arenas, un suelo exigente pero ideal para obtener vinos de carácter. Esa decisión de “empezar por el suelo” marcó un antes y un después en la filosofía de la bodega.
En cuanto a los viñedos, hoy Bodega El Bayeh cuenta con tres fincas propias:
- Finca Ollantay (Maimará): adquirida en 1971 por Pedro Manzur, es el corazón de la bodega. Acá nació el Finca Ollantay Malbec, un vino frutado, con estructura y un costado herbal que transmite frescura.
- Finca Los Faldeos (Huacalera): ubicada a 2700 msnm, muy cerca del Trópico de Capricornio, fue la primera en plantar viñas en terrazas siguiendo antiguas prácticas de la zona. De acá provienen los vinos de la línea Trópico Sur, con un malbec y un sauvignon blanc que expresan la geografía extrema: suelos arenosos y pedregosos, gran amplitud térmica y un sol intenso. El Sauvignon Blanc 2024 sorprendió por su perfil vegetal (toques de espárrago), frescura y acidez vibrante.
- Finca El Suico (Huacalera): pequeña finca de 2 hectáreas, llamada así por la abundancia de tagetes minuta (suico) que crecen allí. Alberga viejas parras de criolla y un nogal centenario. Además, es vecina de Casa Mocha, un espacio de arte y gastronomía vinculado al proyecto.

Uno de los ejes más distintivos de Bodega El Bayeh es la línea Pequeños Parceleros de la Quebrada, elaborada a partir de uvas de productores de Purmamarca, Maimará y Tilcara. Estos vinos buscan reflejar la diversidad de la región y honrar la relación histórica que la familia mantiene con los parceleros.
Así están Criolla de Maimará, Criolla de Purmamarca y Criolla de Tilcara, tres expresiones diferentes de una misma variedad, vinificadas en ánforas de arcilla con levaduras nativas. Cada una muestra matices propios del pueblo que le da origen.
Luego Blanco de Purmamarca, un corte fresco y frutal, que recupera variedades blancas de la zona. Y por último Naranjo de la Quebrada, elaborado con uvas blancas fermentadas con pieles, que entrega notas florales y una textura singular.


Todos ellos se elaboran de manera artesanal, con fermentación en ánforas españolas de 500 y 1000 litros y crianza de 12 meses en el mismo material.
Pero la cosa no queda ahí, en la búsqueda de parcelas únicas, Bodega El Bayeh también embotella Single Vineyards bajo la marca Pequeños Parceleros Viñas Elegidas. Entre ellas se destacan las criollas de Don Pilar y Doña Carmen, viticultores de Purmamarca, que ofrecen uvas de calidad excepcional y en volúmenes limitados.
La idea es mostrar la expresión más pura de cada parcela y al mismo tiempo rendir homenaje a sus productores.

Sin dudas la visita a Bodega El Bayeh fue una oportunidad para ver de cerca cómo una historia familiar se transforma en proyecto vitivinícola y cómo una región con poca tradición en vinos de calidad comienza a encontrar su voz.
Los vinos que probamos, desde el Finca Ollantay Malbec hasta el Trópico Sur Sauvignon Blanc y el Cabernet Franc de Los Faldeos, muestran frescura, identidad y una tipicidad inconfundible.
No son vinos que busquen parecerse a los de otras regiones, sino que transmiten lo que la Quebrada tiene para dar: un paisaje extremo, una historia cultural profunda y un terroir único.
Bodega El Bayeh representa esa conjunción entre raíces y futuro. Un apellido recuperado, una familia que apuesta por su tierra y un equipo que incluye a Matías Michelini como aliado estratégico. En cada botella, la Quebrada habla con su propia impronta y lo hace cada vez con más fuerza.
Pueden leer más notas de lo que fue el viaje a Jujuy desde este link. Salú!
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