En el último día de mi viaje anual a Mendoza, visité Bodega Bressia, un proyecto familiar que se ha consolidado como sinónimo de tradición, calidad y pasión en la elaboración de vinos.
Ubicada en Agrelo, hasta ahí fui para ser recibido por Mary Bressia, hija de Walter Bressia, y por el propio Walter, en una jornada donde recorrimos tanto la bodega como el nuevo espacio gastronómico, recientemente inaugurado en junio.
Una experiencia que no solo me permitió descubrir el trabajo detrás de cada etiqueta, sino también comprender la profundidad del concepto de familia que impulsa a esta bodega desde sus inicios.

Una de las primeras certezas al llegar a Bodega Bressia es el de entender el por qué del concepto de “vinos de familia”.
Una filosofía que se respira en cada rincón de la bodega. Fundada a principios de 2003, este emprendimiento comenzó como un proyecto pequeño impulsado por la vasta experiencia de Walter Bressia en la vitivinicultura nacional e internacional y con la filosofía de crear vinos exclusivos y limitados, donde cada botella refleja la dedicación y el cuidado familiar.
La decisión de construir una bodega de perfil bajo, pero con un alto compromiso con la calidad, responde a la convicción de ofrecer productos que no solo sean representativos de la familia, sino que también honren la tradición de los grandes íconos del vino.
“Cada botella es única”, comenta Walter, refiriéndose a cómo buscan que cada cosecha se distinga.

Durante la visita recorrimos las instalaciones de la bodega, un espacio en el que el foco está puesto en una elaboración con concepto minimalista, donde la intervención humana se reduce al mínimo necesario.
Barricas, tanques de acero y hasta huevos de PVC se dejan ver en una bodega en la que, por gusto y filosofía del propio Walter, no hay lugar para el concreto.
Ediliciamente Bodega Bressia tiene tres cavas: La Cava Profundo, dedicada a los fudres, es un espacio imponente que rinde homenaje a una de las primeras y más icónicas etiquetas de la bodega, el Profundo. La Cava del Ángel, por otro lado, alberga los tintos de guarda y alta gama, mientras que la cava Lágrima Canela está destinada a los blancos, un espacio que simboliza la delicadeza y precisión que requiere este tipo de vino.

Como les contaba más arriba, uno de los aspectos más notables de Bodega Bressia es el fuerte vínculo familiar que atraviesa todo el proyecto. Desde sus inicios, Walter Bressia trabajó codo a codo con su esposa e hijos, construyendo un emprendimiento donde cada miembro de la familia tiene un rol clave.
Así, Marita Bressia, esposa de Walter, es la responsable del paisajismo del lugar, creando un entorno visualmente armonioso y acogedor, mientras que Marita Bressia, una de sus hijas, está a cargo de la hospitalidad, cuidando de los detalles que hacen que cada visita sea una gran experiencia.
El equipo familiar se completa con Walter hijo, un ingeniero agrónomo que colabora en la supervisión de los viñedos, Álvaro, quien gerencia la bodega de Purmamarca (Jujuy) que se llamará Sueños de la Quebrada y Antonella Bressia, la enóloga que dirige la producción y el control de calidad en la bodega de Luján de Cuyo.
Todos ellos forman, además, la línea de vinos Silvestra, una muestra de cómo la nueva generación también tiene su espacio en este proyecto, aportando innovación y frescura sin perder de vista el legado de su padre.
En cuanto a viñedos, Walter contó que en el año 2020 concretaron la adquisición del primer viñedo propio, llamado Marita Teresa, un terreno de 10 hectáreas en Agrelo, plantado mayormente con malbec.
De hecho, es de estas uvas que surge el Malbec DOC, un vino que refleja la evolución de la bodega hacia una mayor independencia y control sobre su materia prima.

La visita culminó en el flamante restaurante de la bodega, un espacio que se inauguró en junio de este año y que busca ofrecer una experiencia completa a quienes visitan Bodega Bressia.
El ambiente del restaurante es íntimo y cálido, perfectamente integrado en el entorno de la bodega, permitiendo a los comensales disfrutar de vistas al viñedo mientras degustan los vinos de la casa. Durante nuestra estancia, pudimos disfrutar de un pic nic bien completo (que fue adentro gracias al Zonda), acompañada de algunos de los mejores vinos de la bodega.

La visita a Bodega Bressia fue una experiencia reveladora sobre el poder de la familia en el mundo del vino. La atención personal de Walter y Mary Bressia, sumado al cuidado con el que la familia trata cada etapa de la producción, refleja una pasión que va más allá del negocio: es una herencia.

Recorrer la bodega y su nuevo espacio gastronómico fue el cierre perfecto para el viaje anual a Mendoza, donde pude conocer de cerca un proyecto que sigue marcando el camino en la vitivinicultura argentina.
Gracias a Gabi por las gestiones y a Walter y Mary por recibirme. Salú!
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