Si hay algo que emergió del viaje en el marco de #LaCuevaVisitaJujuy es la infinidad de historias para contar que hay en la Quebrada de Humahuaca y una de ellas es la de Bodega Dupont.
Bodega Dupont es uno de los proyectos que ayudó a poner a Jujuy en el mapa vitivinícola argentino y que mantiene, después de más de veinte años, la autenticidad intacta.
La bodega está ubicada en Maimará, rodeada de paisajes únicos donde el río, los cerros de colores y el viñedo se encuentran en equilibrio. De más está decir que venía escuchando hablar de Bodega Dupont, tanto por los vinos como por la historia de su fundador, Fernando, quien llegó desde Buenos Aires cuando la viticultura en la zona apenas era una idea incipiente.

En esta visita, aunque no coincidí con Fernando, pude recorrer las instalaciones, pasear por los viñedos y probar algunas de las etiquetas más representativas de la bodega. A veces no hace falta más para comprender la magnitud de un lugar: el paisaje habla, los vinos completan el relato.
La historia de Bodega Dupont arranca a principios de los 2000, cuando este rincón de la Quebrada era más conocido por sus ferias artesanales que por su potencial enológico. Fernando Dupont apostó a lo inesperado: plantar viña en altura, en una región con nula tradición comercial en vinos de calidad.

Hoy, la bodega cuenta con siete hectáreas plantadas sobre un total de 25, un perfil deliberadamente pequeño, con foco en la calidad. Las variedades elegidas se acomodan bien a la altura y a las particularidades climáticas: syrah, malbec, cabernet franc y sauvignon blanc conforman la columna vertebral del viñedo. Los suelos pedregosos, el clima seco y la gran amplitud térmica terminan de definir la identidad de los vinos.
La bodega conserva un espíritu artesanal: cosechas tardías (la de 2025, por ejemplo, se realizó mayormente en mayo), trabajo por gravedad, vinificación con mínima intervención y una crianza que está presente en cada uno de los vinos.

La línea actual está compuesta por seis etiquetas: cinco tintos y un rosado. Dentro de las variedades destacan el syrah y el cabernet franc como varietales y una serie de blends donde cada cosecha es una postal distinta de la finca.
De lo degustado, Punta Corral —el primer vino de la bodega— sigue siendo el emblema, pero es interesante ver cómo el cabernet franc aporta expresión herbácea sin perder equilibrio, cómo el syrah logra un perfil fresco y jugoso, y cómo cada etiqueta mantiene un hilo conductor que deja en claro el perfil que Bodega Dupont busca para sus vinos.

La altura deja su huella, sí, pero también lo hace el manejo del viñedo. En Bodega Dupont riegan con agua de pozo mediante goteo, controlan rendimientos y priorizan un estilo de vino que refleja fruta y estructura, con eje en la crianza en barricas, que dejan en claro un estilo bien distinto a otros productores de la zona.
Más allá de la calidad del vino, lo que se percibe recorriendo la finca es que este proyecto ayudó a transformar la zona. Cuando Fernando Dupont comenzó era la única bodega; hoy la Quebrada tiene casi veinte. La viticultura se convirtió en una opción productiva más, dando trabajo local y fortaleciendo el turismo.

Si uno se detiene a observar la disposición de los viñedos salta a la vista que una de las búsquedas de Bodega Dupont fue (es) integrar la actividad vitivinícola a un paisaje y a una comunidad que hoy encuentra en el vino un símbolo de identidad.
La experiencia en Bodega Dupont es de esas que no se pueden copiar. Los vinos tienen carácter y el entorno ayuda sobre manera. Más allá de modas o tendencias, estos son vinos que se mantienen fieles a sus comienzos.
Pueden leer más notas de lo que fue el viaje a Jujuy desde este link. Salú!
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