Mi recorrido anual por las bodegas mendocinas comenzó con una visita a Terrazas de los Andes, una bodega que desde hacía varios años tenía pendiente visitar.
Aunque estaba previsto que nos recibiera Lucas Lowi, director general de Terrazas de los Andes, fue el gerente de enología, José Rudecindo Ponce, quien nos dio la bienvenida. José, con una herencia familiar ligada a la agricultura argentina y desde 2020 al mando de los vinos de la bodega, nos guió a través de su historia, filosofía y, por supuesto, de sus singulares fincas y vinos.
Una filosofía que está fuertemente vinculada al compromiso que tienen con la sustentabilidad y el respeto por el terroir.

Pero primero lo primero, la historia de Terrazas de los Andes. Esta comenzó hace más de 30 años, cuando un grupo visionario percibió el potencial de los suelos mendocinos para la viticultura de altura. Inspirados por el paisaje de los Andes y las condiciones climáticas que estos ofrecen, se embarcaron en la misión de crear vinos que reflejaran “la frescura y la elegancia únicas de estas terrazas”.
Así, José nos contó que Terrazas de los Andes se convirtió en una de las primeras bodegas en explorar terrenos de altitud elevada, “desafiando las prácticas tradicionales en busca de una expresión refinada y auténtica del terroir argentino”.

Hoy en día, la bodega cuenta con 11 fincas distribuidas en diferentes regiones de Mendoza, y ha implementado prácticas regenerativas y sustentables para preservar la biodiversidad y proteger los recursos naturales. Este esfuerzo incluye la reducción de la huella de carbono, el uso de botellas livianas y el ahorro de hasta un 60% de agua a través de técnicas avanzadas de riego.
José nos contó, y en cierto modo lo percibí en los vinos que probé, que cada finca de Terrazas de los Andes aporta una personalidad distintiva a los vinos de la bodega. Por eso cada viñedo es cultivado para reflejar el carácter único de sus suelos, su altitud y las variedades de uva que mejor se adaptan a cada microclima:
Las 11 fincas son Los Aromos, situada en Perdriel, Luján de Cuyo, una finca que lleva más de 20 años dedicada al cabernet sauvignon.
Luego está Las Compuertas, un viñedo plantado en 1929 que es la joya del portafolio de Terrazas de los Andes y alberga uno de los malbec más expresivos de la región. La finca Los Cerezos recibe su nombre de los frondosos cerezos que adornan el terreno, compartiendo espacio con las viñas. José nos contó que este detalle aporta no solo un toque visual distintivo, sino también “un vínculo con la vegetación local”.
El Pedregal y Los Castaños son dos fincas que comparten ubicación en Paraje Altamira. En El Pedregal, el suelo rocoso influye en el carácter de los Grand Malbec y Grand Cabernet Sauvignon. Por su parte, Los Castaños toma su nombre de los árboles de castaño y es el hogar de algunas de las variedades más importantes de la bodega, incluyendo Malbec y Petit Verdot.
Una de las fincas más grandes es Caicayén que cuenta con 200 hectáreas en El Peral, este viñedo es fundamental para la producción de Grand Chardonnay de la bodega y fue el primer viñedo de Terrazas de los Andes en el Valle de Uco y el pionero en esta región en implementar irrigación por goteo.

Por su parte, finca Licán, también situada en Valle de Uco, es uno de los viñedos más pequeños y únicos de Terrazas de los Andes. Su nombre proviene de la palabra mapuche para “piedras rodantes” y su terreno ondulado y pendiente pronunciada añaden una dimensión particular a las uvas cultivadas ahí.
El listado de fincas continúa con Cepas del Plata, una finca que produce chardonnay, pinot noir, sauvignon blanc y malbec. José nos comentó que sus suelos arenosos y la altitud “contribuyen a una estructura tánica compleja y equilibrada en los vinos”.
Por supuesto no puede faltar Gualta y ahí es donde está ubicada El Espinillo que con una altitud de 1650 metros es uno de los viñedos más altos de la zona. Las condiciones extremas de este terreno albergan variedades como malbec, sauvignon blanc, pinot noir y chardonnay.
Las últimas dos fincas son Yaima Alto y Mirador Albo, ambos son los viñedos más nuevos.

Pero no solo de la diversidad de fincas y zonas charlamos con José ya que la bodega de Terrazas de los Andes es una joya arquitectónica de 1895 que ha sido renovada y adaptada para la vinificación moderna.
Originalmente conocida como Bodega La Perla, fue comprada por Domecq en los años 50 para la producción de destilados y luego adquirida en 1991 por el grupo que formaría Terrazas de los Andes. Con una capacidad de 6 millones de litros, José nos contó que con el equipo está migrando el uso de barricas pequeñas a otras de 400 litros para resaltar la expresión del terroir en sus vinos.
En términos de hospitalidad, Terrazas de los Andes ofrece una experiencia gastronómica liderada por Noelia Scquizziato, chef que ha desarrollado un estilo de cocina de autor utilizando ingredientes de su huerta y seleccionando los mejores productos locales. El restaurante de la bodega ofrece almuerzos con reserva previa, y el enfoque en el maridaje es fundamental.



Todo el trabajo, tanto en la viña como en la bodega y el restaurant, está guiado por una filosofía basada en la sustentabilidad.
Un foco que tiene en el proyecto “Guardianes de la Montaña” la vía para implementar prácticas regenerativas en sus viñedos, lo que incluye técnicas de riego que ahorran hasta un 60% de agua en comparación con los sistemas tradicionales. Además, la bodega ha implementado programas educativos en escuelas de montaña, involucrando a unos 4000 estudiantes anualmente y fomentando el desarrollo de la comunidad local.

Sin dudas Terrazas de los Andes es un referente en la vitivinicultura argentina que, como pude descubrir, no solo se destaca por los vinos que viene elaborando hace décadas sino también por el foco que han puesto en el respeto por la naturaleza.
Gracias a Sol por las gestiones y a Lucas y José por la guía y la recepción. Salú!
¿Te gustó lo que leíste? ¡Invitame un cafecito!
