El proyecto de LUPA Wines es uno de esos casos en los que tuve la suerte de seguir de cerca en sus comienzos pero del cual en el último tiempo había perdido el rastro, no por culpa de ellos, claro está.
Por suerte pude hacer un update del laburo que vienen haciendo gracias a la invitación de Lautaro Tomé, el hombre detrás de Buena Vida State, distribuidora que desde 2012 mueve sus etiquetas en Buenos Aires.
Si bien hace un tiempo largo tuve la oportunidad de hacer la vertical del Malbec de LUPA Wines (la pueden leer acá), en este ocasión pude cruzarme con otro de sus protagonistas: Alfredo Frigerio, uno de los dueños de LUPA.
La historia de la bodega arranca en 2009, cuando Juan Pablo Lupieañez aprovechó la finca familiar en Altamira y se animó a vinificar un par de barricas. Hoy cuentan con 32 hectáreas (parte de uva propia y parte que venden) y producen unas 60 mil botellas al año.


Durante la presentación Alfredo contó que actualmente LUPA Wines trabaja sobre dos ejes, siendo el primero de ellos el que se apoya en la línea Calle Contastini.
En ella hay lugar para jugar, ensayan cofermentaciones, variedades menos tradicionales, donde la crianza en hormigón tiene un papel importante.
De ahí degustamos la nueva añada de Blanco Canoso y Rosado de Tintas. En el primero se mantiene el perfil fresco, con buena acidez. Incluso lo notécon un poco más de volumen que en cosechas anteriores.
En el rosado, del cual es la primera cosecha que pruebo, encontré más filo prpociado por la acidez, con presencia de fruta roja crocante. De buen volumen y un final con algo de pirazina que le da carácter.


El segundo eje de lo que les mencionaba más arriba es el que abarca el costado más clásico. Vinos con madera, de mayor estructura, en un punto son los vinos que reflejan el gusto personal de Alfredo y Juan Pablo.
De esta línea probamos el Lupa Malbec, vino que ya tenía bastante probado, y dos que había visto circular pero que no había probado aun.
El primero de ellos fue el Lupa Los Cejos, un malbec 2021 de partida limitada que tiene la fruta roja altamirana bien al frente, con buena textura.
Luego fue el turno de Yoyo Malbec 2018, un vino que nace a partir de un juego compartido con un enólogo estadounidense. El nombre surge, mitad broma mitad realidad, por los dos “yo” y los egos en danza a la hora de hacer vinos.
Lo cierto es que son sólo 5 mil botellas, de las que mil quedaron en Argentina. En copa: fruta briosa, un dejo de pirazina, taninos finos. Elegante, redondo, con carácter. Mi favorito de la jornada.

El encuentro fue una buena ocasión para probar lo que está laburando LUPA Wines, una bodega que se afirma en una interesante dualidad: clásicos con madera y volumen en Lupa, y frescura, juego y hormigón en Calle.
Mientras tanto, ediciones especiales como Yoyo o un cabernet franc que recién empieza a escribir su historia.
Un proyecto nacido en Altamira que sigue encontrando nuevas formas de decir lo suyo, siempre copa en mano.
Gracias Laucha y equipo por la invitación. Salú!
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